Una pieza tangible de la historia alemana ha salido a subasta esta semana en Berlín: una antigua torre de vigilancia fronteriza de la República Democrática Alemana (RDA), situada en la localidad de Cumlosen, en el estado federado de Brandeburgo.
El inmueble, que en su día formó parte del sistema de control fronterizo entre la RDA y la República Federal Alemana (RFA), se ofrece al mejor postor con un precio de salida de apenas 5.000 euros.
La torre, construida en las décadas más tensas de la Guerra Fría, se alza a orillas del río Elba, en plena reserva de la biosfera “Paisaje fluvial del Elba”, reconocida por la UNESCO. Su ubicación estratégica permitía a los guardias fronterizos vigilar uno de los tramos más sensibles de la frontera interalemana. Hoy, sin embargo, el edificio permanece en silencio, marcado por el paso del tiempo, el vandalismo y el abandono.
El inmueble cuenta con tres plantas, un sótano y un anexo de una sola planta que antiguamente albergaba oficinas. En total, ofrece una superficie útil de unos 180 metros cuadrados, rodeados por un terreno de 3.683 metros cuadrados. A pesar de su deterioro, la torre está protegida como monumento histórico, lo que añade tanto valor simbólico como restricciones legales a su posible rehabilitación.
La subasta está siendo gestionada por la empresa Deutsche Grundstücksauktionen AG, especializada en la venta de propiedades singulares. Según los organizadores, el interés ha sido notable, aunque las autoridades locales ya han confirmado que no participarán en la puja.
Este tipo de edificaciones, vestigios de un pasado dividido, despiertan cada vez más el interés de coleccionistas, historiadores y emprendedores con visión cultural. Algunos ven en ellas la oportunidad de crear museos, centros de interpretación o incluso alojamientos turísticos con un fuerte componente histórico.
La torre de Cumlosen no es sólo un edificio: es un símbolo de una época marcada por la vigilancia, la separación y la tensión ideológica. Su futuro, ahora, dependerá de quién esté dispuesto a invertir no sólo dinero, sino también sensibilidad y respeto por su significado.
¿Será restaurada como testimonio del pasado o transformada en un espacio con nuevos usos? El martillo del subastador decidirá, pero la historia seguirá latiendo entre sus muros.
